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La fuerza del amor de Catalina de Siena!!

Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena. Hoy celebramos su fiesta de esta mujer sencilla, que sin tener preparación académica, sin saber leer ni escribir, llegó a ser proclamada una de las tres doctoras de la Iglesia (sólo por recordar… las otras dos son Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita del Niño Jesús). Santa Catalina, en sus 33 años de vida, fue un claro ejemplo de lo que supone llevar a la vida el mensaje que nos anuncian las lecturas de hoy; a reconocer a Dios como la Luz que nos guía, de tal manera que caminar en esa Luz nos lleva no sólo a romper con el pecado, sino a estar en comunión unos con otros, sin exclusiones de ningún tipo.
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A este Dios-Luz sólo podemos conocerlo por lo que Jesús nos ha revelado sobre Él. Pero no sólo basta con escuchar lo que se nos revela, sino que además nuestra actitud debe ser la de los sencillos, los pequeños, para poder acogerlo de verdad. “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Dejemos resonar estas palabras a lo largo del día en nuestro interior. Probablemente Catalina de Siena lo hiciera con cierta frecuencia. El papa Pío II decía que nadie se acercó a ella que no se fuera mejor. ¿No sería estupendo que también se pudiera decir esto de nosotros? ¿Qué te falta a ti personalmente para que pueda decirse de ti? En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús: Ella fue una mujer sencilla. No sabía leer ni escribir. No tuvo, por tanto, ninguna formación académica. Ella fue una escogida por Dios. En los 33 años de su existencia, se dejó seducir por Jesucristo, hasta el punto de que, renunciando a cualquier otra relación, se desposó con él y recibió el don místico del desposorio espiritual.
Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como un faro en medio de la tormenta.
En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y, sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto. Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil: Viviendo relaciones fuertes con quienes pueden sostener una vida: Jesús y su Madre.

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Aceptando “entregar la vida” para que otros puedan vivir. Esta entrega de la propia vida tiene que ver con la aceptación de muchas cosas que no nos gustan, pero que sirven para que los demás crezcan. Y, naturalmente, tiene que ver con la incomprensión, el desprecio y la prueba. ¿Cómo encontrar un poco de luz en tiempos recios? ¿Cómo no perder la esperanza cuando no nos gustan muchas cosas de nuestra iglesia? ¿Cómo seguir trabajando por un mundo distinto cuando observamos que muchos esfuerzos parecen condenados al fracaso; por ejemplo, los que se están haciendo para lograr la paz en Medio Oriente? Tenemos que servirnos de todos los medios posibles. Tenemos que escuchar a los profesionales: economistas, políticos, teólogos. Las respuestas no caen del cielo. Hay que buscarlas con inteligencia. Pero, sobre todo, tenemos que escuchar a la «gente sencilla» porque es la depositaria de la revelación de Dios. ¿No habéis experimentado esto en más de una ocasión? Las respuestas más clarividentes y más esperanzadoras nos vienen siempre de los hombres y mujeres que, sin pretensiones de convertirse en oráculos, dejan transparentar la luz de Dios.
Catalina_de_Siena-IUna de estas mujeres excepcionalmente sencillas es Santa Catalina de Siena, merece la pena recordar su vida. En tiempos muy convulsos para la iglesia, supo encontrar caminos desde una fuerte experiencia de amor a Jesucristo y su cuerpo heridos. Catalina fue la penúltima de 25 hermanos. Hija del matrimonio formado por el dulce y bonachón, Giacomo Benincasa, tintorero de pieles, y de Lapa de Puccio, mujer enérgica y trabajadora. Nació en Siena el año de 1347. A pesar de su corta vida y de no haber ocupado cargos de responsabilidad, parece casi increíble cómo una joven, mujer de pueblo, pudo realizar empresas tan grandes como le tenía reservadas el Señor. Siendo muy niña todavía, recibió una maravillosa visión del cielo: vio a Jesús sentado en un rico Trono acompañado de sus Apóstoles, San Pedro, San Pablo y San Juan. A partir de ese día se entregó más a la oración, hizo todo mucho mejor que antes y de modo casi impropio de una jovencita de su edad. Su madre Lappa quería que Catalina se aficionara a la vida de sociedad, y que pensara en contraer matrimonio con un joven bueno y apuesto que ella le proponía. Pero ella ya se había desposado secretamente con su Señor Jesucristo. Catalina, libre ya de las ataduras del mundo, se entrega de lleno a la vida de oración y penitencia. Se la ve volar, más que caminar por las vías del Espíritu.
Ella no sabe cómo serle más útil al Señor y a su Iglesia, a la que ama con toda su alma y por la cual se ha ofrecido como víctima. Un día se le aparece el Señor y le dice: «No puedes serme útil en nada, pero sí que me puedes servir ayudando al prójimo». Y así lo hace con toda su alma. Le ayuda, le socorre, le sirve, le instruye y le da cuanto tiene para encaminarlo hacia Dios. Gozó de grandes revelaciones del cielo y nos dejó obras inmortales de profunda sabiduría, como el «Diálogo». Por ello merecerá el reconocimiento de la Iglesia, y el 4 de octubre de l970, el Papa Pablo VI la declarará como la segunda mujer Doctora de la Iglesia, poco después de haber declarado Doctora a Santa Teresa de Jesús. Catalina tenía un altísimo concepto del sacerdocio, y trabajó con toda su alma para que fueran santos los ungidos del Señor. Por ellos y por toda la Iglesia, en aquellos días lacerada por el tristemente célebre «Cisma de Occidente», ofreció generosamente su vida. Murió a los 33 años, el 29 de abril de 1380.

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Homilia del Papa Francisco del dia de hoy 28/04/2013

Queridos hermanos y hermanas,
Queridos hermanos qué vais a recibir el sacramento de la confirmación, Bienvenidos:
Quisiera proponeros tres simples y breves pensamientos sobre los que reflexionar.
En la segunda lectura hemos escuchado la hermosa visión de san Juan: un cielo nuevo y una tierra nueva y después la Ciudad Santa que desciende de Dios. Todo es nuevo, transformado en bien, en belleza, en verdad; no hay ya lamento, luto… Ésta es la acción del Espíritu Santo: nos trae la novedad de Dios; viene a nosotros y hace nuevas todas las cosas, nos cambia. ¡El Espíritu nos cambia! Y la visión de san Juan nos recuerda que estamos todos en camino hacia la Jerusalén del cielo, la novedad definitiva para nosotros, y para toda la realidad, el día feliz en el que podremos ver el rostro del Señor, ese rostro maravilloso, tan bello del Señor Jesús. Podremos estar con Él para siempre, en su amor.

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Veis, la novedad de Dios no se asemeja a las novedades mundanas, que son todas provisionales, pasan y siempre se busca algo más. La novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también ahora: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abramos la puerta al Espíritu, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos concede. Qué hermoso si cada noche, pudiésemos decir: hoy en la escuela, en casa, en el trabajo, guiado por Dios, he realizado un gesto de amor hacia un compañero, mis padres, un anciano. ¡Qué hermoso!
violinesUn segundo pensamiento: en la primera lectura Pablo y Bernabé afirman que «hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios» (Hch 14,22). El camino de la Iglesia, también nuestro camino cristiano personal, no es siempre fácil, encontramos dificultades, tribulación. Seguir al Señor, dejar que su Espíritu transforme nuestras zonas de sombra, nuestros comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo, y también dentro de nosotros, en el corazón. Pero las dificultades, las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No desanimarse. Tenemos la fuerza del Espíritu Santo para vencer estas tribulaciones.
Y así llego al último punto. Es una invitación que dirijo a los que se van a confirmar y a todos: permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y Él nos da esta fuerza. No habrá dificultades, tribulaciones, incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le abrimos cada vez más nuestra vida. Esto también y sobre todo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios fortalece nuestra debilidad, enriquece nuestra pobreza, convierte y perdona nuestro pecado. ¡Es tan misericordioso el Señor! Si acudimos a Él, siempre nos perdona. Confiemos en la acción de Dios. Con Él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales.

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Novedad de Dios, tribulaciones en la vida, firmes en el Señor. Queridos amigos, abramos de par en par la puerta de nuestra vida a la novedad de Dios que nos concede el Espíritu Santo, para que nos transforme, nos fortalezca en la tribulación, refuerce nuestra unión con el Señor, nuestro permanecer firmes en Él: ésta es una alegría auténtica. Que así sea.
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Coherencia en nuestra forma de vivir!!

La vida de todo hombre precisa de un objetivo, una razón de vivir. No puede ser una simple sucesión fragmentaria de días sin dirección y sin sentido. Cada persona ha de esforzarse en conocerse a sí misma y en buscar sentido a su vida proponiéndose proyectos y metas a las que se siente llamad@ y que llenan de contenido su existencia. Hay vidas llenas de aparente éxito que son profundamente infelices y están dominadas por el desencanto ante ese estilo de vida, quizá espléndido en sus resultados, pero que se percibe como suplantador del que se hubiera debido tomar.
Buscando_a_Dios2A muchas personas les cuesta abordar esa pregunta tan sencilla y tan crucial como es ¿por qué y para qué vivo?, ¿qué sentido debe tener mi vida? Tienden a evitar esta pregunta, a aplazarla siempre, esperando a que la vida se lo acabe descubriendo. No podemos vivir la vida que nos han diseñado otros. La persona sabia, sigue sus propios impulsos interiores, a pesar de que no estén de acuerdo con su familia, sus amigos, sus vecinos o la sociedad en general. La persona puede producir una “buena imagen” en un encuentro o un trato más o menos ocasional, pero difícilmente podrá mantener esa imagen en una convivencia de años con sus hijos, su cónyuge, sus compañeros o sus amigos. Si no hay una integridad personal profunda y un carácter bien formado, tarde o temprano los desafíos de la vida sacan a la superficie los verdaderos motivos, y el fracaso de las relaciones humanas acaba imponiéndose sobre la “imagen” que se quería aparentar.
El hombre, al ser batido por la adversidad, se siente con frecuencia tentado a huir. Sin embargo, cualquier vida es difícilmente gobernable si no hay un constante esfuerzo por estar conectado a la realidad, si no se permanece en guardia frente a la mentira, o frente la seducción de la fantasía cuando se presenta como un narcótico para eludir la realidad que nos cuesta aceptar. La tentación de lo irreal es constante, y constante ha de ser la lucha contra ella. De lo contrario, a la hora de decidir qué hay que hacer, no nos enfrentaremos con valentía a la realidad de las cosas para calibrar su verdadera conveniencia, sino que caeremos en algún género de escapismo, de huida de la realidad o de nosotros mismos. El escapista busca vías de escape frente a los problemas. No los resuelve, se evade. En el fondo, teme a la realidad. Y si el problema no desaparece, será él quien desaparezca.
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¿A que le temes?

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.

Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.

Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí.

Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo y en Dios.

Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.

Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

capturando amor