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EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA, YO SERÉ EL AMOR!!!

santa-teresita-del-niño-jesusTeresa del Niño Jesús vivió sólo 23 años (1873-1897) y 8 de ellos  los pasó de monja carmelita. ¡Cuán pronto llegó a la cumbre de la santidad! Alguien dirá: ¿cómo es posible que a tan corta edad se erigiera en maestra de vida espiritual, y que se le haya podido conceder el título de Doctora de la Iglesia? Pregunta correcta, pues en el mundo de las ciencias y las artes no podría haber recibido ese título sino “honoríficamente”, por algún destello genial en su lírica. En cambio, en el ámbito eclesial se le ha querido reconocer una vida heroica: Ella fue fecunda siembra de amor, ternura sin límites,  infancia de hija que halló en Dios (siendo monja del Carmelo de Lisieux) cuanto le faltó en la tierra desde los cinco años cuando perdió a su padre. El librito en que nos cuenta su vida de infancia espiritual, Historia de un alma, ha sido tan fecundo como la Vida de Teresa de Jesús.  En realidad, en Teresa del Niño Jesús se ha concedido orla de doctora a la caridad. ¡Cuánto amó santa Teresita!
Veámoslo leyendo en su Autobiografía:  EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA, YO SERÉ EL AMOR
 “Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas ­y doctores, que la Iglesia consta de diver­sos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo nunca falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en si todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación; mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado.»
Santa Teresita nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.
STA TERESITA DE JESUS
Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.
Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requirió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.
Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oír nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reírnos de éstas, a disfrutarlas porque nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.
Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.
Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.
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El rico y el pobre Lázaro!!

La Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Es un reflejo de lo que sigue ocurriendo hoy en nuestra sociedad. Unos consumiendo ávidamente y otros consumidos por la escasez. Unas personas que por ostentación despilfarran más de lo que tienen. Otros, pobres en salud y dinero gastan lo poco que tienen.
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Este evangelio es una prueba de la tremenda importancia que tiene la explicación, la interpretación y la aplicación que cada uno le puede dar. Hay quien lo ha utilizado para defender que Dios hará justicia después de la muerte, dando a cada uno el premio o el castigo, por lo que haya hecho en esta vida. Y esto ha traído unas consecuencias que no tienen nada de evangélicas. Otros afirman que es este evangelio se ve claramente que Dios no quiere la injusticia ya desde este vida y que nos llama a todos a una solidaridad humana. Y hasta se han dicho verdaderas barbaridades, tales como que es bueno que haya pobres para que los ricos puedan hacer limosnas y compadecerse de ellos. O quienes piensan y dicen que las riquezas son una bendición de Dios y que la pobreza es un castigo y una maldición. Desde luego el Dios que se nos ha manifestado en Jesús no es así ni actúa así. Dios busca la felicidad de todos y cada uno de sus hijos; no quiere que nadie pase necesidad y que haya bienes suficientes para todos por igual. Nuestro Dios sufre con el que sufre y desde luego, no está a favor ni defiende al rico, que despilfarra sus bienes ni al poderoso que oprime injustamente. Se nos ha manifestado como el Dios solidario con los pobres y necesitados, ya en esta vida, sin esperar a después de la muerte. El Dios interesado y empeñado en nuestra felicidad aquí, en la tierra. El Dios que se siente feliz y dichoso, cuando ve a todos sus hijos satisfechos y disfrutando de paz y solidaridad.
El diálogo entre el rico y Abraham debe hacernos pensar: No esperemos que sea Dios en persona el que se nos aparezca y nos hable; ni esperemos algún milagro ni cosa extraordinaria en nuestra vida. Dios nos está hablando e invitando continuamente a ser solidarios, a ayudar a los pobres y necesitados, a no despilfarrar nuestros bienes. Y lo hace precisamente a través de esos mismos pobres y necesitados que conocemos y con los que nos tropezamos en cualquier momento. Son el rostro de Jesús que se nos aparece y nos pide ayuda y solidaridad. Ellos son el Cristo sufriente de la Pasión, que arrastra la cruz, como lo hizo camino del Calvario. No esperemos milagros. El milagro de la solidaridad tenemos que hacerlo nosotros. Tenemos más de lo que necesitamos para vivir. En el mundo hay alimento suficiente para todos. Dios ya ha hecho el milagro de la naturaleza. Nos falta a nosotros hacer el milagro del reparto fraterno y solidario.
 
» Deja que te llame hermano «.
Hermano, yo tengo hambre … abre los ojos, contempla mi figura, mi semblante.
Con tus oídos escucha mi palabra suplicante: Hermano, yo tengo hambre …
Sé que buscas soluciones, que estudias y que convocas mesas redondas con hombres de muy buena voluntad; pero tal vez tú no sabes que me faltan mesa y pan y voy a morir de hambre mientras vosotros habláis. ..
No me digas que hay un Dios que a estos problemas humanos les puede dar solución: Ese Dios nos hizo hermanos y nos dio como tarea el cultivo de la tierra, el dominar lo creado, la explotación de la mina la riqueza del océano… para que todos tuvieran, para que todos tengamos, una vida noble y digna; para que alegres podamos cantar un himno a la vida.
Somos las personas, los dueños de los mares y la tierra, pero hay un torcido empeño en acaparar riquezas dejando a la mayoría en dolorosa miseria… ¡Dame mi pan! No te tardes que se me apaga la vida.
Si Dios llamase a tu puerta seguro que le abrirías gozoso, con gran presteza, y mil cumplidos le harías; pero mi voz no te inquieta; no quieres ver ni escuchar y dices: » Tanta miseria no puedo yo remediar» No puedes tú resolver el gran problema del hambre Tú solo, no; han de ser muchas manos, centenares de miles, todas unidas en un gesto fraternal, intrépidas, decididas. Más, para unir vuestras manos, vacías tienen que estar: «Soltad las armas, hermanos » ¡No más guerras, haya paz ! Soltad la bolsa del oro. Libres de egoísmos, ¡dad! Unid las manos, las mentes; un nuevo orden cread. ¡Mirad, que el mundo es redondo y qué vueltas puede dar! ¡Si tú fueras el hambriento y sintieras soledad…! Trabajad: estáis a tiempo. ¡Sonó la hora de un nuevo orden internacional…
___ Susana Gómez Esteban y Mª Teresa Undiano Garjón. 7º E.G.B. Pamplona.___
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NO CAMBIES!!!

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.

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Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».

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Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…».
 Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié. Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar. ¿Es así como Tú me quieres, Dios mío? 
ANTHONY DE MELLO
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“¿ME AMAS?”

No hay pregunta más simple y tal vez ninguna tan hondamente humana y más fundamental que la pregunta con que Jesús se despidió de Pedro “¿Tú me amas?”
Es una pregunta que va al fondo y exige la verdad. Todo hombre ha hecho esta pregunta a la persona con quien quiere compartir la vida… sabiendo que de la respuesta depende el curso de su existencia. “¿Tú me amas?” Ahí no hay lugar para la táctica o la estrategia. Jesús no preguntó a su apóstol cuánto había entendido, ni cuál era su capacidad de trabajo, sino cuál era la hondura de su amor. Sólo cuando estuvo seguro de que ese amor era sólido, pudo confiar definitivamente su obra a la debilidad humana. “Apacienta mis corderos”. Porque Jesús reconoció que Pedro lo amaba de verdad, confió en él; le dio la misión de confirmar a sus hermanos. Sobre sus débiles fuerzas de hombre, convertida en roca, el Maestro edificó su Iglesia: y simbólicamente a él, como cabeza, le entregó las llaves que abren y cierran las puertas de la vida.
La prudencia, sin embargo, hubiera aconsejado desconfiar. Pedro había conocido la traición. El temor pudo paralizar en un momento todos sus sueños; había negado a quien amaba. Todo pareció entonces terminado. En esa circunstancia Jesús quiso ir al fondo de las cosas. Hizo la pregunta decisiva, la única que en definitiva interesa: “¿Tú me amas?”
Jesús esperó la respuesta de Pedro, como Dios aguardó expectante el “sí” de María del cual dependía el plan de salvación. El futuro de la fe dependía de ese amor… Y Pedro no falló: “Señor, tú sabes que te amo”. Jesús también nos ha buscado a nosotros. Con el tiempo, sin embargo, hemos desencantado ese primer encuentro. Por la necesidad de adaptarnos a los tiempos, por el imperativo de dar razón de nuestra fe…hemos ido cargando el cristianismo de “teologías”. Fácilmente nuestra fe se ha convertido en doctrina, en afirmación de valores morales, en pensamiento social, en acción. Todo eso es realmente fundamental y necesario, pero no puede sustituir una relación gratuita de elección, amor, ternura y fidelidad entre el hombre y Jesús. Ahí se encuentra el alma del cristianismo. Pocos cristianos pueden decir que aman al Señor con toda su alma, con todas sus fuerzas, con todo su corazón. Por eso resulta fundamental preguntarnos también hoy “¿Tú en verdad, le amas?” Es la pregunta suprema del Evangelio.
Han pasado los años. Pocos pasajes tienen para nosotros más actualidad. La Iglesia nos invita ahora a una nueva evangelización; a un reencuentro con Cristo que renueve a fondo nuestro ardor. En estas circunstancias el Señor repite su pregunta final que está en el origen de la Iglesia y de todo proyecto evangelizador: “¿Tú me amas?”
Él espera la respuesta. No podemos engañarnos y engañarlo. Él desea que, como Pedro y con Pedro, podemos contestarle: “Señor, tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te amo”.
(Fernando Montes, S.J.)

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