Publicado en CORAZÓN

Hoy la vida me habló!!

Brisa Andina

Hoy hice algo que hacía mucho tiempo no hacía: hace un año, vivi una experiencia maravillosa aqui, hoy visite esos lugares tan hermosos en mi historia, que hice de especial?? Pues nada simplemente  me senté al rayo del sol y cerré los ojos, deje que el viento me hablara y el sol me acariciara, escuché el sonido de los pájaros, observé el cielo y las nubes, no pensé en nada y no resolví nada, ni mi vida ni la de nadie más. El silencio habla. ¡Qué curioso que algo que no contiene palabras, ni sonidos, pueda hablar! Estamos acostumbrados a utilizar nuestros sentidos físicos para expresarnos, el lenguaje para comunicarnos y el oído para escuchar.  Entonces… en ese momento sentí soledad pero no la soledad de la que todos huyen y que a todos asusta sino una soledad diferente, una soledad de estar conmigo, de sentirme, de hablarme, de observarme…

Ver la entrada original 833 palabras más

Publicado en CORAZÓN

Domingo de Ramos!!

Reflexión al evangelio de S. Lucas 19, 28-40–
1ª parte: Evangelio de la procesión y bendición de las ramas Lc 19, 28-40
En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: «¿Por qué lo desatáis?», contestadle: «El Señor lo necesita».
Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: «¿Por qué desatáis el borrico?» Ellos contestaron: «El Señor lo necesita.» Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alaba¡ a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.»  Palabra del Señor
2ª parte: Evangelio de la pasión del Señor:Lucas 22,14-23,56 (por su extensión no lo ponemos) Palabra del Señor
domingo-de-ramos-2014
Hoy comenzamos los católicos nuestra semana mayor, la Semana Santa.
La Eucaristía hoy, tiene dos partes, la primera en la que bendeciremos las ramas de olivo y en la que recibiremos a Jesús. No podemos quedarnos sólo en la alegría de la procesión y las ramas, porque lo importante es cómo recibimos a Jesús. Muchos lo haremos como  a un líder que nos sacará de nuestros problemas, de nuestras miserias; otros veremos en Él al Hijo de Dios, que con su ejemplo de vida nos animará a vivir trabajando por el Reino de Dios, aunque en muchas ocasiones no seremos comprendidos por los más cercanos a nosotros y, menos aún, por quienes viven alejados de la práctica religiosa.
La segunda parte es el relato de la Pasión. En él acompañaremos a Jesús en sus momentos de soledad y de dolor. Recorreremos el camino del dolor del que sufre en sus carnes la enfermedad, la injusticia, la soledad, el abandono; los que sufren por una sociedad que los margina y los despoja de la dignidad de tener vivienda y trabajo.
Pero, también, deberíamos caer en la cuenta de la confianza plena de Jesús en su Padre, confianza que nosotros también debemos tener. Dios, desde el primer momento, ha escuchado la súplica de su Hijo, igual que escucha la nuestra; no lo deja sólo, tampoco a nosotros. Dios responde a las súplicas de Jesús devolviéndolo a la vida después de la muerte, también nosotros si confiamos resucitaremos con Él.
Seguir a Cristo es cambiar de forma radical nuestra vida, es vivir según la voluntad de Dios, diciendo «Hágase en mi según tu Palabra»
Vivamos esta semana Santa haciendo que sea un encuentro personal con Jesús que nos acercará al Padre. Demos un cambio radical a nuestra forma de vivir, seamos más cercanos, acogedores y solidarios.
Publicado en AMOR, Comunicación, CONFIANZA, CORAZÓN, DIOS, FAMILIA, LIBERTAD, TERNURA, VIDA, Vocacion

Dio: sorgente d’amore

Dio ha posto nel cuore di ogni uomo la chiamata a condividere con lui, Creatore e Padre, la fecondità dell’amore.

Siamo fatti per amare. L’amore dà la vita e vince la morte: “Se c’è in me una certezza incrollabile, essa è quella che un mondo che viene abbandonato dall’amore deve sprofondare nella morte, ma che là dove l’amore perdura, dove trionfa su tutto ciò che vorrebbe avvilire, la morte è definitivamente vinta” (Gabriel Marcel). Ne siamo consapevoli, anche quando le parole che pronunciamo e i fatti di cui è intessuta la nostra esistenza non sono in grado di esprimere quello che abbiamo intuito e che desideriamo. Ci fanno paura le persone aride, spente nella voglia di amare e di essere amate. (cf lettera ai ricercatori di Dio)

L’uomo come immagine di Dio, deve riconoscere nell’amore del Padre Eterno, più di ogni altra cosa, che è chiamato a testimoniare quest’amore: “Carissimi, amiamoci gli uni gli altri, perché l’amore è da Dio e chiunque ama è generato da Dio e conosce Dio. Chi non ama non ha conosciuto Dio, perché Dio è amore” (1GV 4,7-8).

Un amore che è desiderio infinito, un amore che è chiamato da sempre, un amore di eterna comunione. Tale è l’amore del Padre, del Figlio e dello Spirito Santo. L’amore è irradiante, contagioso, origine prima e sempre nuova della vita. Per amore siamo nati. Per amore viviamo. Essere amati è gioia. Senza amore la vita resta triste e vuota.

L’amore è uscito coraggioso da sé, per andare verso gli altri e accogliere il dono della loro diversità dal nostro io, superando nell’incontro l’incertezza della nostra identità e la solitudine delle nostre sicurezze: “Nessuno dica: non so che cosa amare. Ami il fratello e amerà l’amore stesso. Infatti, conosce meglio l’amore con cui ama che il fratello che ama. Ed ecco che allora Dio gli sarà più noto del fratello: più noto, perché più presente, più noto, perché più interiore, più noto, perché più certo. Abbraccia Dio amore, ma abbraccialo con l’amore”. (S. Agostino)

Questo amore nasce nell’incontro con il Dio vivente, che chiama e svela il suo amore. Trasformati da questo amore, riceviamo occhi nuovi, sperimentiamo che in esso c’è una grande promessa di pienezza e si apre a noi lo sguardo del futuro.

Sì: c’è in noi un immenso bisogno di amare e di essere amati. Davvero, “è l’amore che fa esistere” (Maurice Blondel). È l’amore che vince la morte: “Amare qualcuno significa dirgli: tu non morirai!” (Gabriel Marcel). Eugenio Montale esprime intensamente questo bisogno, che è insieme nostalgia, desiderio e attesa, nei versi scritti dopo la morte della moglie, dove è proprio l’assenza della persona amata a far percepire l’importanza dell’amore, che vive al di là di ogni fragilità e interruzione:

 Ho sceso, dandoti il braccio,

 almeno un milione di scale

 e ora che non ci sei è il vuoto ad ogni gradino.

 Anche così è stato breve il nostro lungo viaggio.

 Il mio dura tuttora, né più mi occorrono

 le coincidenze, le prenotazioni,

 le trappole, gli scorni di chi crede

 che la realtà sia quella che si vede.

 Ho sceso milioni di scale dandoti il braccio

 non già perché con quattr’occhi forse si vede di più.

 Con te le ho scese perché sapevo che di noi due

 le sole vere pupille, sebbene tanto offuscate,

 erano le tue.

 

In questo bisogno di rinascere sempre di nuovo nell’amore ci sembra riconoscibile una nostalgia: quella di un amore infinito…!!