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Ningún profeta es bien mirado en su tierra!!

San Lucas 4, 16-30 Evangelio:
En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado; entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desarrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que lo ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» Y les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm». Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
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Comentario del Evangelio por : Guillermo de Saint _Thierry (hacia 1085_1148) monje benedictino /cisterciense
«Había muchas viudas en Israel.» (Lc 4,25)
Señor, mi alma está desnuda y aterida; desea calentarse por el calor de tu amor… En la inmensidad del desierto de mi corazón, no puedo recoger ni unas pocas ramas, sino solamente estas briznas, para prepararme algo para comer con el puñado de harina y la orza de aceite, y luego, entrando en mi aposento, me moriré. (cf 1R 17,10ss) O mejor dicho: no moriré en seguida, no Señor,»no moriré, viviré para contar las proezas del Señor.» (Sl 117,17)
Permanezco en mi soledad…y abro la boca hacia ti, Señor, buscando aliento. Y alguna vez, Señor, …. tú me metes alguna cosa en la boca del corazón; pero no permites que sepa qué es lo que metes. Ciertamente, saboreo algo muy dulce, tan suave y reconfortante que ya no busco nada más. Pero cuando lo recibo no me permites que conozco lo que me das… Cuando recibo tu don, lo quiero retener y rumiar, saborear, pero al instante desaparece…
Por experiencia sé lo que tú dices del Espíritu en el evangelio: «…no sabes ni de dónde viene y a dónde va.» (Jn 3,8) En efecto, todo lo que he confiado con atención a mi memoria para poderlo recordar según mi voluntad y saborearlo de nuevo, lo encuentro muerto e insípido dentro de mí. Oigo la palabra: «El Espíritu sopla donde quiere» y descubro que dentro de mí sopla no cuando yo lo quiero sino cuando él lo quiere…
«A ti levanto mis ojos, Señor» (Sl 122,1)… ¿Cuánto tiempo esperarás? ¿Cuánto tiempo mi alma dará vueltas cerca de ti, miserable, ansiosa, agotada? (cf Sl 12,2) Escóndeme, Señor, en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas humanas, protégeme en tu tienda, lejos de las lenguas pendencieras. (cf Sl 30,21)
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XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Domingo XXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B
INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8; Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
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DEUTERONOMIO. La atención y el cumplimiento de las leyes que Moisés enseña al pueblo están estrechamente ligados a la posesión de la tierra donde va a vivir.
Podría parecer que Dios toma una actitud egoísta o dictatorial: yo te doy esta tierra siempre y cuando cumplas lo que mando, de lo contrario te la quito; pues es mía y el que manda soy yo.
Esta sería una posible interpretación, pero ciertamente al margen de la tradición y la sensibilidad bíblica. El énfasis que se pone en la escucha y cumplimiento de la ley está, precisamente, en la visión positiva de la misma, en su grandiosa y generosa enseñanza. Como un padre educa a su hijo para que en la vida todo le vaya bien, así Dios instruye a su pueblo para que sepa conducirse convenientemente. Su Ley no son mandatos caprichosos; el Hacedor, que conoce bien su obra, enseña a sus criaturas la senda correcta. Así, estos preceptos y normas son sabiduría, inteligencia. Y Moisés la presenta como un don del que disfrutan los israelitas, y que envidian los otros pueblos. Los mandatos del Señor de Israel son justos, enseñan la justicia salvadora y benefactora de Dios. Ninguna otra nación ha recibido ni recibirá nunca un don tan precioso como éste.
Para la tradición bíblica, la ley divina no es una imposición dura de cumplir, sino un regalo, un don beneficioso, una luz para el camino, una guía para la vida.
MARCOS. La escena de hoy tiene especial significación para el hombre religioso, que se pregunta con sinceridad por lo que le agrada a Dios. El pueblo judío, con una gran experiencia espiritual a lo largo de los siglos, pensaba con relativa frecuencia, que el Altísimo se complacía con manifestaciones exteriores y buscaba agradarle con sacrificios materiales de todo tipo.
Por eso ya los profetas habían criticado la religiosidad meramente externa y habían abogado por la interna, la que dimana del corazón. Jesús se encuentra en esa misma línea e incluso la radicaliza en un sentido más verdadero y pleno. Manteniendo el espíritu de la Ley, aboga sin dar lugar a malentendidos por la pureza interior, que se plasma en una vida moral conformada por entero de acuerdo con los designios divinos de salvación. A Dios le agrada la interioridad y desea la entrega del corazón, donde residen los afectos y los sentimientos, donde anidan la sinceridad y verdad humanas. No le gustan los actos externos que no dimanan de actitudes profundas de auténtica religiosidad.
Para el discípulo de Jesús lo impuro hay que identificarlo con los malos afectos, no con la suciedad corporal, puramente externa y sin consecuencias para la relación del hombre con Dios.
Dios quiere establecer su morada en el interior humano. La aceptación de la soberanía de Dios se da cuando el hombre le rinde pleitesía en el sagrario de su alma y somete sus malos impulsos al dominio de la voluntad divina, no cuando se presenta ante Él externamente limpio y con prestancia física.

 

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Martirio de San Juan el Bautista!!

San Marcos 6,17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.» Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.» El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
JUAN BAUTISTA Y HERODES
Hoy celebramos la fiesta de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. El evangelista Marcos coloca este episodio en el marco de la pregunta de Herodes por Jesús. Se rumora que Jesús es Juan Bautista resucitado. En seguida introduce la narración del asesinato cruel del Bautista por parte de Herodes para satisfacer la sed de venganza de su mujer. Herodes siente miedo pero no tiene la voluntad suficiente para defender al Bautista y mucho menos para poner en peligro su trono. Después de todo también él ha sido duramente cuestionado por su pecado. Y los asistentes a la fiesta, seguramente gentes pertenecientes a la aristocracia, son espectadores pasivos y hasta complacientes con el horrendo crimen cometido por la familia real. En el fondo, todos aplauden que se haya quitado del medio a ese profeta fastidioso.
Pero la intención catequética de Marcos es anticipar el camino de Jesús y de los discípulos. Todo aquel que asuma el compromiso profético como Juan correrá la misma suerte. A fin de cuentas la mayoría de los profetas fueron asesinados por que su palabra y su gestos se volvían insoportables.
Los primeros cristianos sellaron con su sangre la letra del evangelio anunciado y testimoniado en radicalidad. Martín Luther King, Oscar Romero, Enrique Angelely, Isaías Duarte, Teresita Ramírez y miles de detenidos, torturados y desaparecidos durante las dictaduras del cono sur y otras tiranías disfrazadas de democracias formales actualizan el acontecimiento martirial. Pero la sangre del Bautista, como la de los primeros creyentes y la de los mártires de hoy seguirá siendo garantía de la perenne vigencia del evangelio. Ellos son semilla y fermento de comunidades cristianas comprometidas con el proyecto del Reino.
Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
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Enagelio del dia. S. Agustin!!

San Mateo 25,1-13
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’. Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’, pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
santa Monica y san agustin
Leer el comentario del Evangelio por : San Juan de la Cruz (1542_1591) carmelita descalzo, poeta, doctor de la Iglesia
«Las jóvenes previsoras y las descuidadas.» (cf Mt, 25,1_13)
Las virtudes merecen ser amadas y estimadas…, bien se puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son y por lo que de bien humana y temporalmente importan al hombre…Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace,…no debe para su gozo en esta primera manera…sino que sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto haciendo las obras por amor de Dios le adquieren vida eterna…Y así sólo debe poner los ojos en el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de Dios nada las virtudes; como se ve en las diez vírgenes del evangelio, que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras,… las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera, _que es enderezándole en ellas a Dios_, sino antes le pusieron vanamente en la primera manera, gozándose en la posesión de ellas (las virtudes)…. Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro respecto alguno.