Octavo día: El lema de su Orden: Alabar, Bendecir y Predicar
LAUDARE –Alabar-: La alabanza es un deber de toda criatura frente a su creador, deber mediante el cual la criatura reconoce la belleza de su Dios y la pequeñez de ella misma ante él.
Domingo quiso que este oficio fuera también característica inconfundible de su Orden, puesto que hasta esa época era exclusiva de la órdenes monásticas y canónicas, que hacían del oficio el corazón de su trabajo. Para Santo Domingo la alabanza es la esencia que da vitalidad a la predicación del dominico.
La alabanza va llenando la vida de los hijos de Domingo, impidiendo que su jornada sea absorbida por lo mundano que pasa; evita que la fugacidad de las cosas pierda el día y éste se escape. “Desde el Ángelus, hasta el Salve, el dominico debe alabar al Señor”.
Entonces se hace realidad esto de “hablar con Dios y de Dios”, porque para santo Domingo la alabanza señala al apóstol la meta hacia donde debe dirigirse el alma. La alabanza va impregnando el pensamiento y el alma de los misterios de Cristo. Celebramos la vida de Aquél que tanto amamos y de quien después hemos de hablar y dar testimonio por abundancia del amor. Estamos llamados a tocar la realidad. En la alabanza se produce el milagro de hablar de lo que hemos visto y oído.
BENEDICERE –Bendecir-: La Orden tomó la regla de San Agustín, que era propia de las reglas sacerdotales, y pidió a sus hermanos ser fieles a sus compromisos. Santo Domingo no sólo quiere predicar sino salvar a los hombres, asumir el oficio redentor del Verbo. Domingo y sus hijos, quieren ser servidores, ministros de la humanidad de Cristo, porque Jesús ha querido participar su sacerdocio para ser mediador entre Dios y los hombres con el inmenso poder de comunicar la Pascua del Señor, los frutos de la redención. Santo Domingo ha querido hacerse ministro y predicador de la gracia, ideal que es irrenunciable para el dominico. ¿Cómo no va a dejar este legado sacerdotal aquél que no podía terminar la Misa sin ponerse a llorar? Quiere asemejarse tanto al único sacerdote, que es capaz de desgarrarse en un grito de angustia: “¿Señor, ¿qué será de los pecadores?”
Este es el ser de todo dominico “Amar a todos y en todos ser amado”. Esto es lo que Santo Domingo le pedía a Dios: caridad para entregarse él mismo por la salvación de los hombres.
PRAEDICARE -Predicar-: Así como la alabanza está en primer lugar, la predicación le sucede pero también le antecede en un continuo diálogo complementario de contemplación y predicación, anuncio y oración; porque así lo ha entendido nuestro padre, como una conquista, una consecuencia, y como el fin último hacia el cual Domingo ha querido orientar a sus hijos. El modo en que ha querido imprimir un rasgo en su Orden es el oficio del Verbo, ser palabra viva y eficaz de revelación y salvación. Es por eso que la Orden tiene como constante figura y modelo “la predicación de Jesucristo”.
La iglesia confía esta noble misión a la Orden Dominicana.
En las primeras constituciones de la Orden, Santo Domingo establece que, desde sus orígenes, ésta fue instituida para la predicación y salvación de las almas. La Orden de Predicadores es la única institución eclesial que tiene como función y como vida la predicación. En la Bula de Diciembre de 1221, el Papa Honorio III aprueba la Orden y reconoce que Dios mismo ha inspirado este carisma: “Ustedes son predicadores” es la firma de la propia Iglesia.
Oración Final
PADRE CELESTIAL, QUE NOS HAS CONCEDIDO LA
GRACIA DE HEREDAR COMO HIJOS EL IDEAL DE
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, TE DAMOS GRACIAS
POR HACERNOS PARTÍCIPES DE SU VIDA Y MISIÓN.
CONCÉDENOS SEGUIR SU EJEMPLO COMO HOMBRES
Y MUJERES DE EVANGELIO, AMIGOS DE CRISTO Y
DEDICADOS PLENAMENTE AL SERVICIO DE LA PALABRA
Y LOS HERMANOS. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Fuente//Frailes de la Orden de Predicadores
PROVINCIA DE SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA