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Háblame de Dios.

almendropetit
Dije tembloroso al sol poniente: ¡Háblame de Dios!
El sol se ocultó sin decirme nada.
Y el sueño se convirtió en realidad.
 
Al día siguiente por la mañana,
cuando yo abría la ventana,
el sol ya me esperaba sonriente.
 
Dije al almendro: ¡Háblame de Dios!
Y el almendro floreció.
 
Dije a la fuente: ¡Háblame de Dios!
Y el agua brotó.
 
Dije a la naturaleza: ¡Háblame de Dios!
Y la naturaleza se cubrió de belleza.
 
Dije a mi hijo: ¡Háblame de Dios!
Y el niño me dijo: Háblame tú.
 
Dije a mi padre: ¡Háblame de Dios!
Y él se quedó mirándome y amándome.
 
Dije a mi madre: ¡Háblame de Dios!
Y la madre me dio un beso.
 
Dije al labrador: ¡Háblame de Dios!
Y al labrador me enseñó a labrar.
 
Dije al obrero: ¡Háblame de Dios!
Y él me dijo: Trabaja y lo encontrarás.
 
Dije al pobre: ¡Háblame de Dios!
Y me dio un trozo de pan que se llevaba a la boca.
 
Dije al enemigo: ¡Háblame de Dios!
Y el enemigo me dio la mano.
 
Dije a un niño: ¡Háblame de Dios!
Y el niño me sonrió.
 
Dije a un soldado: ¡Háblame de Dios!
Y el soldado dejó las armas.
 
Dije a la gente: ¡Háblame de Dios!
Y la gente me amó.
 
Dije a la mano: ¡Háblame de Dios!
Y la mano se convirtió en servicio.
 
Dije al dolor: ¡Háblame de Dios!
Y el dolor se hizo agradecimiento.
 
Te dije: ¡Háblame de Dios!
Y tú bien sabes qué me dijiste.
 
Dije a la Biblia: ¡Háblame de Dios!
Y la Biblia se ahogó de tanto hablar.
 
Dije a Jesús: ¡Háblame de Dios!
Y Jesús rezó el Padre nuestro.
 
Dije a Dios: ¡Háblame de Dios!
Y Dios me dijo: Te hablaré de ti.

Miquel Estradé