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Orar con San Agustín

A Ti solo amo, a Ti solo sigo y busco, a Ti solo estoy dispuesto a servir… Manda lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos, para ver tus signos: destierra de mí toda ignorancia para que te reconozca a Ti.
Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que me mandes. Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies; basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, porque vivía lejos de ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a Ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar a Ti.
Sólo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti.
Enséñamelo Tú, muéstramelo Tú, dame Tú la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a Ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mí la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh cuán admirable y singular es tu bondad! (Soliloquios 1, 1, 5).
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Te he buscado según mis fuerzas
y anhelé ver con mi inteligencia,
lo que creía con la fe.
Disputé y me afané.
Óyeme, Dios mío,
única esperanza mía,
para que no sucumba al desaliento
y deje de buscarte.
Tú que hiciste que te encontrara
y me has dado esperanzas
de un conocimiento más perfecto. Ante
Ti está mi firmeza y mi debilidad; sana
ésta, conserva aquélla.
Ante ti está mi ciencia y mi ignorancia;
si me abres, recibe al que entra;
si me cierras, abre al que llama.
Haz que me acuerde de Ti; te
comprenda y te ame.
Acrecienta en mí estos dones
hasta mi conversión completa.
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¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
El caso es que
Tú estabas dentro de mí
y yo fuera,
y por fuera te buscaba;
y como me encontraba vacío
de hermosura,
me precipitaba hacia estas cosas hermosas
que Tú creaste.
Tú estabas conmigo, pero
yo no estaba contigo. De
este modo,
me retenían lejos de Ti aquellas cosas que
no podrían existir
si no estuvieran en Ti.
Pero Tú me
llamaste, me gritaste
y rompiste mi sordera;
brillaste, resplandeciste
e hiciste huir mi ceguera;
derramaste tu perfume, lo
aspiré
y ahora suspiro por Ti;
me diste a gustar de Ti
y me muero de hambre y sed;
me tocaste
y me abraso en la paz
que procede de Ti.
(Conf. 10, 27).
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Señor, hazme vivir, no de mi justicia,
sino de la tuya.
Lléname del amor que tanto anhelo.
Ayúdame a cumplir
lo que me mandas
y dame Tú mismo la gracia
de cumplirlo.
Revíveme con tu justicia, porque
de mí no tengo más que
gérmenes de muerte.
Y sólo en Ti está el principio de la vida.
(Enarrat. in ps. 118, 2).
P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
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“Ustedes también estén preparados”

Evangelio según San Mateo 24,42-51.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: ‘Mi señor tardará’, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
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«Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor». Estas palabras me recuerdan la última llamada, que llegará en el momento en el que quiera el Señor. Deseo seguirle y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrena me prepare para ese momento. No sé cuándo llegará, pero al igual que todo, pongo también ese momento en las manos de la Madre de mi Maestro: «Totus tuus». En estas mismas manos maternales lo dejo todo y a todos aquellos a los que me ha unido mi vida y mi vocación. En estas manos dejo sobre todo a la Iglesia, así como a mi nación y a toda la humanidad. Doy las gracias a todos. A todos les pido perdón. Pido también oraciones para que la misericordia de Dios se muestre más grande que mi debilidad e indignidad. (6/3/1979) […]
Todos debemos tener presente la perspectiva de la muerte. Y debemos estar dispuestos a presentarnos ante el Señor y Juez, y simultáneamente Redentor y Padre. Por eso, yo también tengo presente esto continuamente, encomendando ese momento decisivo a la Madre de Cristo y de la Iglesia, a la Madre de mi esperanza. […] Una vez más, deseo encomendarme totalmente a la gracia del Señor. Él mismo decidirá cuándo y cómo tengo que terminar mi vida terrena y el ministerio pastoral. En la vida y en la muerte «Totus Tuus», mediante la Inmaculada. Aceptando ya desde ahora esa muerte, espero que Cristo me dé la gracia para el último paso, es decir, la Pascua (mía). Espero que también la haga útil para esta causa más importante a la que trato de servir: la salvación de los hombres, la salvaguarda de la familia humana y, en ella, de todas las naciones y pueblos (entre ellos, me dirijo también de manera particular a mi patria terrena); que sea útil para las personas que de manera particular me ha confiado, para la Iglesia, para la gloria del mismo Dios. (1/3/80).
San Juan Pablo II. (Testamento).
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EL VALOR DE LA COMUNICACIÓN!!

Para entrar en comunión con los demás, es muy importante hablar no solamente con la mente sino también con el corazón. Abra su corazón cuando hable, sea una persona positiva y sincera en sus expresiones para poder decir cosas que motiven en las personas alegría, entusiasmo, paz y tranquilidad. Sus palabras deben ser el medio por el cual se transmite algo bueno a los demás. Dios le dio el lenguaje para que se comunique positivamente. Cuidado con utilizar la lengua para destruir, aniquilar o decir simplemente banalidades. Sea una persona más profunda.

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Si usted observa esto, se dará cuenta que la gente poco a poco lo aceptará. En la medida que su personalidad se prolongue en el corazón de otros se sentirá aceptado y querido por ellos. Para esto, hable con la mente pero también con el corazón y sea una persona buena que sabe comunicarse.
La comunicación es un arte y es vida. Quiero que usted se convierta en una persona comunicativa con los demás, porque saber comunicarse con el prójimo es una fuente de felicidad. Es muy importante para su bienestar tener un diálogo permanente con Dios, con usted mismo y con los demás y no vivir una vida triste y solitaria. El Señor no lo creó para eso. Mantener buenas relaciones interpersonales y comunicarse es necesario para que una persona sea más humana, plena, completa y feliz.
Es bueno que usted se dé cuenta que en la comunicación y el diálogo, usted se hace más humano, se enriquece, se identifica más con los demás y entra en comunión con los otros seres humanos. Por medio de la comunicación, usted puede dar y también recibir mucho. Nunca desprecie a nadie y abra su corazón a los demás sin miedo, siendo sencillo y estando disponible para ellos. Todas las personas tienen muchísimo que aportar para enriquecer la comunicación. Por eso, hay que romper las fronteras que se han impuesto los seres humanos y que les impiden acercarse unos a otros.
¡Vamos . . . despierte! Promueva el encuentro, la amistad y la convivencia con la gente. Cultive y mejore de una manera profunda sus relaciones interpersonales. Aprenda a comunicarse con sus seres queridos y con todas las personas con las que tiene que relacionarse. Para lograr esto, le retamos a que aprenda el hábito, bueno y saludable, de escuchar. Escuche a Dios y también escúchese a usted mismo, pues sus ideas y pensamientos más profundos son importantes. No se minusvalore.
La mejor comunicación es con Dios y El siempre quiere decirle algo. Dios lo escucha siempre, es su mejor amigo y lo comprende. El Señor tiene todo el tiempo que usted necesita y siempre está disponible para atenderlo. Tenga plena confianza en Dios y acérquese más a El orando mucho. Expóngale todo al Señor con sus propias palabras, háblele con amor y fe y El lo escuchará. Cultive y alimente su espíritu y su mente leyendo, meditando y reflexionando la Palabra de Dios y dialogando más con el Señor a través de la oración. Escuche a Dios en los acontecimientos y en las personas porque allí también nos habla.
Sonría siempre pensando que Dios lo ama y está diciéndole algo a través de este mensaje al corazón. No olvide que dondequiera que vaya, en cualquier momento o circunstancia, el Señor está con usted. Puede entrar en diálogo con El mientras camina, maneja su automóvil, espera el autobús o aguarda a alguna persona. Dentro de su alma está el Señor y si entra en diálogo con El cada vez que tiene la oportunidad se va a sentir mucho mejor. ¡Venza la soledad! Pida al Señor la fuerza necesaria para cultivar la comunicación. Con Dios usted puede hacerlo. Con El todo se puede, porque CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE!
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Sitio Web: Un mensaje al corazón